Sin duda, asignamos a la salud, tanto física como emocional, un lugar privilegiado en nuestro concepto de felicidad. Según las estadísticas, la mayoría de la gente considera que, junto con el amor, la salud es lo más importante de su vida. Nos encontramos bien, y gozamos de los pequeños y grandes placeres que el mundo y la vida nos ofrecen.
Cuando o sufrimos enfermedades o lesiones, nuestra felicidad se desmorona.Pero, ¿qué significa tener salud, o estar sano? Podemos entender la salud como un estado de bienestar, pero solemos referirnos a la salud más bien como la ausencia de enfermedad. Nos damos cuenta de que nos falta cuando la perdemos, cuando estamos enfermos. ¿Y qué significa estar enfermo? De un extremo a otro del mundo, las definiciones de lo que es estar enfermo varían enormemente, e incluso, en un mismo lugar, pueden haber cambiado con el tiempo. Por ejemplo, en los países desarrollados la obesidad se considera un problema sanitario y hasta una enfermedad, por la cantidad y gravedad de los trastornos que comporta. En cambio, antiguamente, el mismo estado físico se consideraba un signo de buena salud, porque constituía un símbolo de prestigio social y de situación económica desahogada en unas regiones donde parte de la población padecía desnutrición.
Más difícil que definir lo que es «estar enfermo» resulta precisar lo que significa «enfermedad». Los diccionarios tampoco se ponen de acuerdo a la hora de definir el concepto. Además de ofrecer sinónimos como dolencia, indisposición, malestar, achaque, trastorno, afección y padecimiento, definen la enfermedad como una alteración de la salud, lo cual no hace sino desplazar el problema a la definición de «salud». La Organización Mundial de la Salud (OMS), en un intento de unificar criterios, no determina la salud como la mera ausencia de enfermedad, sino como un estado de bienestar físico, mental y social.
Cuando dejamos de sentirnos bien
La enfermedad es un proceso en el que nuestro estado de bienestar se ve alterado. Tradicionalmente, separamos lo que sentimos sobre nosotros mismos en dos aspectos: físico y emocional. Cuando nos encontramos mal, asignamos a nuestro cuerpo el problema; algo en él no funciona: el dolor de estómago, un mareo, son alarmas físicas que nos indican que podemos estar padeciendo algún trastorno, para el que buscaremos una causa física o una razón externa: hemos comido algo que nos ha sentado mal, nos estaremos acatarrando…
Cuando nos invaden sentimientos negativos y nos sentimos mal, pensamos en nuestras emociones: si estamos tristes, o apáticos, buscaremos una razón emocional para nuestras alteraciones: un disgusto o quizás un problema familiar. Pero sabemos que cuando nos sentimos físicamente cargados, estresados, decimos que «con tantos nervios nos vamos a poner malos». ¿Cómo definir entonces la enfermedad como algo externo, cuando los que estamos enfermos y nos encontramos mal somos nosotros?Ambos aspectos, el físico y el mental, sabemos que están estrechamente relacionados, porque la pérdida del bienestar que supone caer enfermo no es sólo una pérdida que afecte a lo físico, a lo corporal; afecta también a nuestro estado mental, esto es, emocional y cognitivo, a lo que sentimos y a lo que pensamos. Y no sólo eso: afecta asimismo a nuestras relaciones sociales. Queremos sentirnos bien y que nos vean bien.
Cuando nos encontramos mal, decimos que hemos perdido nuestra salud. Para saber si se trata de una enfermedad o sólo de un estado de ánimo negativo pasajero no nos conformamos con esperar a ver qué pasa. La medicina, como ciencia dedicada al estudio de la vida y la salud del ser humano, procura el mantenimiento y la recuperación de la salud mediante el diagnóstico, el tratamiento y la prevención de las enfermedades. Junto con la enfermería, la fisioterapia y la farmacia, entre otras disciplinas, la medicina forma parte de las ciencias de la salud.